POR: |tixola|

Ana Rodriguez Rodriguez

Ylustraciones |cazo|

Siddartha Rodrigo Clúa

martes, 8 de enero de 2008

CAPITULO I; LA CASA





Aquella casa era enorme. Fría por fuera y caliente por dentro.

Solitaria en medio del jardín de camelios centenarios que daban camelias blancas. El césped humeante por la lluvia tras la sequía, los pensamientos violetas flotando en el ambiente. Alli yacía. Las piedras gallegas, húmedas, rugosas, contaban historias de amor y muerte, lágrimas y olvido en el recuerdo. Cualquiera que apoyase sus manos sobre las concavidades de la pared sentía un escalofrío terrible que recorría su espinazo de abajo a arriba, como un relámpago de palabras que quisieran ser escritas.

Dentro la voz acogedora del fuego calaba hasta los huesos al visitante. Los mullidos sofás granates invitaban a sentarse al peregrino, los viejos muebles empolvados susurraban al oído canciones de amor y despedidas. La cocina olía a comida, a azúcar y miel, a recetas hechas con mucho amor.

Bajo el techo abovedado la lámpara de araña iluminaba alfombras turcas, figuras africanas, el cuadro de Marta Chapa sobre la blanca pared. Fotografías de los niños cuando tenían un año, grabados de La Habana y el rincón de los recuerdos, donde descansaba el gato de peluche de la abuela.

La habitación principal era majestuosa, en las paredes pinturas femeninas, los muebles de castaño fabricados con manos ásperas y vividas. Las tulipas de las lámparas brillaban con luz naranja, muy viva. El armario guardaba cien tesoros de plata vieja y azabache, la ropa con olor a naftalina y frutos rojos.

Justo debajo la bodega, con el suelo de tierra húmedo y brillante. Cientos de jarras colgaban de las vigas recordando viajes encantados a lugares inhóspitos (o simplemente nuevos). El vino hervía en la prensa inundando la vivienda de un olor dulzón y penetrante.

En la biblioteca cantaba la estantería, repleta de libros infinitamente viejos de hojas amarillentas y desgastadas. Y en el centro, silencioso, el diario de Maruja –escrito con letra caligráfica de niña que había sido educada en casa por una institutriz- parecía vibrar queriendo ser descubierto. Y poco más allá, rodeada de Budas, la muchacha se sentaba a escribir, melancólica tal vez, mientras el grito alegre de un joven resbalaba por el suelo pintando con calor el ébano.

1 comentario:

moonriver dijo...

Tenías razón:me gusta y me intriga.¿Qué escribirá Maruja en su diario y cuál es su relación con la casa?
También incluyo este blog entre mis preferidos.
PD:En mi blog no escribo sólo de deporte,sino también de música,cine,política y,sólo cuando me atrevo,muy de vez en cuando,publico algo mío (como,por ejemplo,"Lunática").